Serie de conciertos de invierno de Cheekwood

“No pares, sigue sigue!”

(Version in English)

Photo: Diana Rosales, courtesy of Cheekwood Estate & Gardens

Qué mejor que el intervalo de noches gélidas de enero se interrumpa con un poco de combustión. El espectáculo de Music City Latin Orchestra es un golpe de temperatura que merece resistirse de principio a fin. Su éxito es innegable; la música del Caribe en el Cheekwood Winter Concert Series en se está convirtiendo en una tradición. Los gestos recatados del encuentro en el 2024, en esta ocasión se liberaron de cualquier prejuicio inicial y las sillas fueron las únicas que no se atemperaron al calor. La orquesta marcó la clave y el concierto arrancó en fa! Este inicio fue sin duda un calentamiento para el cardio al que tanto músicos como asistentes se prepararían. El director Giovanni Rodríguez hizo su presentación con las sustanciosas improvisaciones en los timbales que luego cedió al rascacielos de la trompeta. Solo un corto lapso de palabras nos separó del inolvidable éxito de “La Agarro Bajando” que en el versátil timbre del venezolano Daniel Enrique transportó este instante al cambio de milenio.

No podía faltar la cálida adaptación de “Stand By Me” al ritmo de bachata; la ronca voz de los saxofones en la introducción ocultó por un momento las sorpresas isleñas que redibujan esta versión. Enseguida, otra transformación. Aunque el popular reggaeton “Despacito” ha sido interpretado en múltiples maneras, el arreglo de salsa que escuchamos fue fresco y en mi opinión logró disipar el sabor hastiante que me produce esa canción. La sección de vientos se explayó en una gran variedad de melodías que conversaban con las voces, labor en la que el punteo de la guitarra se queda corto en la versión original.

Un extenso cha cha cha dio continuación a un concierto que poco a poco dejaba entrever un diálogo entre la tradición y elementos del jazz. Mientras permanecíamos en un auténtico salón de baile habanero, los “voicings” en los vientos fluían por el recinto como las corrientes de viento de Nueva York. En el ambiente apacible cada músico llevó al límite su maestría y desnudó los secretos de su instrumento. Si bien ya todo parecía estar construido hasta que el aire se agotara, un lozano solo de flauta surge aferrando al público al confortante sonido de los años 50. No obstante, la máquina del tiempo no dio espacio para descomprimirnos paulatinamente y la adrenalina se disparó con el infaltable de las rumbas millenial “El Tiburón.” El salón de baile se convirtió en una discoteca y cuando ya todos estábamos revolucionados, en corto un bolero saca el freno de mano.

Photo: Diana Rosales, courtesy of Cheekwood Estate & Gardens

Estamos de vuelta con un clásico de los años 70 “Un Verano en Nueva York” y la gente bailando parecía hacer parte de un flash mob; sus pasos, giros y en general toda la conversación dancística no era al azar, conocían muy bien lo que estaban haciendo. Sobre una pista multicultural se quebró el cliché de que solo los latinos saben bailar, había parejas tan buenas que era un gusto observarlas. Estos ritmos son definitivamente de escucha activa y aunque está perfectamente bien moverse a piacere, algo por dentro hace cosquillas incitando a aprender un poco más. Quiero pensar que las academias de baile en Nashville están teniendo éxito; la danza es un plus para disfrutar la increíble oferta cultural de la ciudad.

Podré sonar vieja escuela, pero es posible discutir con altura que lo que ofrece el reggaetón actual es mínimo. Basta solamente con escuchar el arreglo de “Amargura” que la orquesta nos ofreció y confirmar que la versión original está llena de banderas rojas. Es indiscutible el talento y la calidad artística de Marcela Pinilla, lo suficiente como para ni siquiera darme cuenta de que estaba cantando una canción de Karol G. Sin lugar a dudas el genio detrás de esto contribuyó con altruismo al suprarreciclaje musical. Luego de este acierto prosiguió un espectáculo instrumental como si se tratara de una Big Band rebosante de excelentes improvisaciones y que aceleró los movimientos coreográficos de los casuales bailarines.

Photo: Diana Rosales, courtesy of Cheekwood Estate & Gardens

Cuando creía que el concierto se estaba reservando su último as bajo la manga para el final, Marcela P. introduce una cumbia colombiana del Grupo Niche “La Canoa Ranchaa.” Curiosamente esta versión se alejó un poco del timbre salsero de la canción original y se inclinó por un sonido similar al de las orquestas de Lucho Bermúdez, logrando que la cumbia sonara más auténtica. Los artistas regresan a las islas del Caribe, específicamente a República Dominicana y comienza a desprenderse por el recinto el aroma de “Bachata Rosa.” Nuevamente me pregunto cuántas voces esconde Daniel E. en su garganta que logra ajustarse a cada género con tal naturalidad. La orquesta continuó con “Mi gente” en una versión femenina con la cristalina voz de Marcela P. quien además puso al público a interactuar con las respuestas a sus pregones.

En este punto, debo decir que, si bien la calidad y el balance del sonido de los micrófonos mejoraron, no fue suficiente para hacerle justicia a la claridad de las voces. “Llorarás” sorprendió al público con un inesperado solo de guitarra eléctrica que no dejó nada a la imaginación, sencillamente fantástico. El concierto se estaba acercando a su final y una vez más me hizo grata esta experiencia cuando comienza a sonar “La Rebelión,” un éxito que hace parte de las 50 mejores canciones de Colombia. Al menos cuatro generaciones hemos disfrutado este tema de la salsa, pero puedo apostar que solo después de escucharla varias veces realmente atendimos al significado de esa rebelión: Un negro esclavo que levanta su voz ante el maltrato del patrón español. No es una historia al azar, en la región a la que pertenece esta canción, el departamento de Bolívar, se ubica San Basilio de Palenque el primer pueblo libre de la esclavitud en América.

Cada género interpretado en este evento guarda una parte de aquella rebelión que se disfrazaba de ritmo y que, hasta nuestros días, sigue siendo un medio para procurar la libertad.



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