Complicidad Sonora: El Espíritu De Nashville Chamber Music Society

Joseph Joachim y Clara Schumann en el Singakademie, Berlin 1854 (Adolph von Menzel)

 

(English version here)

Romance & Heartache se tituló la velada musical que Nashville Chamber Music Society ofreció el 30 de enero en la Iglesia Metodista Calvary United. No era para menos este título; contrario a un usual programa contrastante, en esta oportunidad el público experimentó una inmersión en una época de estrechos lazos de amistad e intercambio musical. Comprendidas inicialmente como piezas vocales, las romanzas paulatinamente fueron cediendo las inflexiones de la voz y la poesía de sus versos a la subjetividad instrumental. Por lo tanto, independientemente de conocer quiénes inspiraron las piezas interpretadas en este concierto, cada compositor pudo estar dialogando también con desafíos internos.

Danielle Maeng (photo Dan Brauet)

Antes de revelar los detalles íntimos de este recital, debo decir que conocer más sobre el proyecto elevó mis expectativas de disfrutar lo que para mí representa la expresión más pura del arte musical, la música de cámara. Quienes han interpretado este repertorio, reconocen que al estar tan desnuda cada melodía, la química entre los músicos y con el público son imprescindibles. Sin un director y una voz principal, conseguir una conversación fluida, recíproca y cómplice, es una de las satisfacciones más bonitas. La chelista MaryGrace Bender, fundadora y presidente de NCMS, relata que desde su época de estudio en Nashville siempre tuvo en mente este proyecto, tanto que patentó su nombre de dominio. En medio de la incertidumbre y el aislamiento de la pandemia, esta idea fue tomando forma a partir del anhelo de amigos colegas de volver a conectar. Encuentros musicales en un café llenaron de regocijo al público itinerante y el destino hizo un gesto de pulgar en alto. 

Brendan Jacklin (photo Dan Brauet)

Este escenario casual se trasladó a bibliotecas, escuelas, hogares de ancianos e iglesias; músicos profesionales o aficionados pueden participar en talleres de cámara y ¡fiestas de lectura a primera vista! La misión de NCMS preserva la esencia de la camaradería musical de siglos pasados que fue también fecunda de extraordinario repertorio. Este es el caso del programa seleccionado para el concierto; las Tres Romanzas para Oboe y Piano, Op. 94 fueron un regalo de Navidad de Robert Schumann para su esposa Clara Schumann y ella dedica las Tres Romanzas para Violín y Piano, Op. 22 a Joseph Joachim, amigo íntimo de la pareja. El Trio No. 1 en Si Mayor, Op.8 de Johannes Brahms, se finalizó tan solo unos meses después de que el compositor integrara el círculo de amistad de los personajes mencionados anteriormente. 

En esta ocasión, las romanzas de Schumann fueron interpretadas por Danielle Maeng y Brendan Jacklin en el arreglo para flauta y piano. Siendo la única composición que Robert escribió para oboe, un instrumento que en esa época no estaba completamente desarrollado, su complejidad técnica le ha dado el valor de pieza exigida en concursos de prestigio internacional. A pesar de los escasos lapsos para respirar en el primer y segundo movimiento, y los amplios saltos interválicos, la obra fluye con mucha naturalidad. Procurando un sonido consistente y envolvente, Maeng acariciaba el fraseo de cada melodía conectando cada uno de los motivos como si declamara una poesía. El ánimo del piano difiere un poco con esta lírica y soporta cada tema con armonías rítmicas y arpegios. En el tercer movimiento, se une a la flauta monofónicamente para luego desprenderse en forma de estela sonora.

Charissa Leung (photo Dan Brauet)

La composición de Robert estaba pensada para que Clara la interpretara, sin embargo, el rol del piano pareciera no estar afín con las aspiraciones de su esposa al compararse con el carácter contrapuntístico del Op. 22. El diálogo con el violín es intenso y apasionado; el piano no se limita a asentir y sostiene un argumento. En el entorno artístico, existe una delgada línea entre la admiración y el encantamiento. Sin caer en un sesgo novelístico, creativamente hablando Clara se dejó rendir ante el talento de Joachim. Dedicarle esta pieza contribuyó a que el desarrollo técnico de las melodías fuera versátil y en cierta manera virtuoso. Cuando el violín de Charissa Leung amplió su tamaño para reproducir las frecuencias graves de la cuerda sol, pude corroborar el estado de dicotomía que Clara debió atravesar mientras escribía esta pieza. En varias de las composiciones de los Schumann se intercambian ideas musicales que consolidan su vínculo personal. En este caso hay una alusión al motivo introductorio de la Sonata para Violín Op. 105 de Robert, pero Clara indica que debe interpretarse únicamente en la cuarta cuerda, el timbre predilecto de Joachim.  

MaryGrace Bender (photo Dan Brauet)

Luego de la pausa, a esta amistad de artistas románticos se une Brahms y al dueto de Leung y Jacklin se une Blender. El tema con el que inicia el primer movimiento del trio, da la sensación de ser la continuación de un diálogo previo que el espectador desconoce; no obstante, su gradual desarrollo nos va haciendo partícipes. La variedad y singularidad de los temas de cada movimiento revelan a un joven compositor que desea abarcarlo todo. Los acordes amplios y la lírica fresca del piano permitieron que obtuviéramos un primer plano de las articulaciones precisas de Brendan J., quien además supo personificar el carácter instrumentista de los tres compositores. A pesar de que en ciertas secciones Brahms pone a prueba la fluidez del ensamble con desplazamientos rítmicos y cambios abruptos de intensidad, el trio asumió magistralmente los desafíos. Sin perder la autenticidad tímbrica, Leung y Bender complementaban mutuamente sus discursos en perfecta armonía; durante los unísonos las dos intérpretes se volvieron una sola agradando a los caprichos del compositor.  

El concierto logró capturar ese ambiente familiar que, a través de correspondencias y páginas de diarios, sabemos de los encuentros musicales en la casa de los Schumann. El público conoció los pensamientos y las experiencias musicales de cada intérprete como si se tratara de una reunión entre amigos. Esa es la esencia del Romanticismo: despojarse de la formalidad y atreverse a la espontaneidad.



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