de la ópera de nashville
La ópera necesitaba a Florencia y el realismo mágico necesitaba una ópera
(English Version here: https://wp.me/pabEmc-2Ic)
—¡Hace años que esperábamos este momento! Una llave de plata: la voz luminosa de Florencia Grimaldi reabrirá la cerradura dormida del teatro – Anunciaba un hombre que se hacía llamar Riolobo.
Indiscutiblemente era un “viejo lobo de mar”; Su esencia ubicua como el agua lo había convertido en una versada criatura del océano dulce. Se murmuraba que el pecho resonante de Riolobo hacía cantar al travieso caudal, y mi imaginación se quedó corta cuando escuché en el pregón de las olas los versos ¡jarabe para el amor! ¡cocadas de piña!
—¡El río está vivo! — expresó la reconocida soprano Elizabeth Caballero.
Los medios de la ciudad de Nashville replicaban el anuncio de Riolobo. En sus párrafos sobresalían los nombres de los viajeros que junto a Elizabeth se embarcarían en la elegante nave ‘El Dorado’:
El 26, 27 y 28 de enero, sumérgete en el encanto amazónico con la presentación de “Florencia en el Amazonas” del compositor Daniel Catán, a cargo de la Opera de Nashville. Descubre una experiencia única donde la música y la magia se encuentran con las aclamadas voces de la soprano Evelyn Saavedra, la mezzosoprano Sandra Eddy, el tenor César Delgado, los barítonos Luis Orozco y Mark Whatley, bajo el mando del capitán, pero también cantante lírico, Ricardo Lugo (bajo).
Los espectadores no podían esperar enterarse de este acontecimiento a través de las ajadas páginas de una bitácora; así que el Teatro James K. Polk alojó las expectativas de exploradores y curiosos, de nativos, de hispanohablantes, de amantes de la ópera y la literatura. Nunca el puerto de Leticia había presenciado tal alborozo y este era solo el preámbulo de una obra de arte viviente.
Puedo ver el gesto estupefacto de Monteverdi cuando el escenario se transformó en la jungla más grande del planeta. En el recinto chocaban contra los muros el zumbido de las avispas, el aleteo de las mariposas, los cantos de apareamiento y el movimiento del río.
El río no conoce el sosiego.
La revolución de efectos sonoros y visuales junto con el intercambio de versos exquisitos, me hizo caer en cuenta de que así se siente la novela latinoamericana en la cabeza cuando te pierdes entres sus páginas. Daniel Catán y la libretista Marcela Fuentes-Berain parecen haber concebido a Florencia en el Amazonas en completa simultaneidad; la reciprocidad entre las melodías, y la poesía, es sensible y precisa. Como lo sabios chamanes, el director de orquesta Dean Williamson y el director de escena John Hoomes, contemplaron que el eje del Amazonas es su corriente fluvial. La sutil mezcla de las teclas amaderadas con el ondear de las flautas y las cuerdas, se compenetraron armónicamente en el danzar del coro y las proyecciones del río.
El río que no conoce el sosiego.
Por si fuera poco, del carnaval de estímulos emergió la agobiante introspección. “Rosalba Montealbán escritora, no sabe que tiene lo que añora” Y aunque pudo ser un disparate aferrarse a sus notas, fue la oportunidad para coincidir con el amor. Así mismo cada personaje hizo una travesía por las efímeras alegrías y las tormentas de la contradicción. Todas sus historias estaban conectadas. En el agua cristalina se reflejaban los manglares, los ‘y si’ y el sol abrasador. Enseguida un oscuro lienzo de electricidad recrudeció la incertidumbre, y en el instante en que tronó sobre la madera húmeda el despojo del orgullo, los espíritus Yorurás calmaron las agitadas aguas de seis almas que no conocen el sosiego.
…y el río conoce el sosiego.
Encuentro oportuna la apacible corriente para arrojar mis notas con la seguridad de que no regresarán entre un tropel de dedos inquietos. Las arrojo porque es necio establecer paralelos. La ópera de Florencia en el Amazonas mimetiza con tal elegancia el lenguaje musical y latinoamericano que su tan sola existencia es suficiente para sentir placer. De igual manera, el montaje de la Opera de Nashville y el indiscutible acierto químico en el reparto, confeccionaron una fina crisálida para la lozana Musa Esmeralda.
Cuando sus alas se extendieron, el público no conoció el sosiego.