de la Filarmónica de Nashville
Torbellino Musical: Fanfarrias, valses y el irresistible ritmo del ¡mambo!
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En la expresión innata de la condición humana, ¿qué surgió primero, la música o la danza? El misterio en este cuestionamiento donde todas las respuestas pueden ser legítimas, ha sido esencial en la autenticidad de la creación artística. Dentro de la música clásica las danzas han inspirado piezas pequeñas como las partitas y las invenciones de Bach, y han sido un elemento de articulación en monumentales sinfonías como la 8° de Mahler. Esta conjunción artística revela la naturaleza propia del ser; su necesidad de reunirse en comunidad, pero también con su interior.
El concepto de “Danzas Sinfónicas” surge de la proyección nacionalista que tanto compositores románticos como modernos utilizaron para retratar sus raíces y los contextos que forjaron su esencia musical. Dentro de este particular estilo, la Filarmónica de Nashville eligió las composiciones de Leonard Bernstein y Sergei Rachmaninoff como parte del programa musical que se interpretó el 12 y 19 de diciembre bajo la batuta de Christopher Norton y Tal Benatar, en la Iglesia Casa de Dios y en la Plaza Mariachi. En el repertorio se incluyó también el Concierto para Cuatro Cornos de Robert Schumann. Leslie Norton, Radu Rusu, Hunter Sholar y Anna Spina, miembros de la Sinfónica de Nashville, fueron los solistas encargados del maravilloso tejido tímbrico de esta pieza.
En este repertorio están inmersos recuerdos, presagios, épocas y razas. Tanto Bernstein como Rachmaninoff hacen una reflexión del impacto de la inmigración en la sociedad estadounidense y del cúmulo de sentimientos que se embrollan con las expectativas de un foráneo. Las Danzas Sinfónicas de West Side Story sintetizan en una suite orquestal la escenografía sonora que Bernstein compuso para un musical de Broadway. En West Side Story se transforma el conflicto de las familias Capuleto y Montesco de la obra de Shakespeare Romeo y Julieta, en la rivalidad urbana de las pandillas “Sharks” (puertorriqueños) y “Jets” (estadounidenses). Bernstein representa esta disputa alternando los ritmos cubanos como el mambo y el cha cha chá, con el swing y el jazz. Tanto la percusión latina como el formato de Big Band se preservaron en la orquestación de la suite, creando un agradable efecto de disociación entre las familias de la orquesta. Durante toda la pieza la audiencia está expuesta a una gama de colores inesperados. En el primer movimiento “Prologue”, la orquesta se silencia para resaltar la exquisita mezcla en los unísonos del xilófono con el piano y del vibráfono con el arpa.
Las Danzas Sinfónicas de Rachmaninoff siguen un hilo similar al de Bernstein, Sin embargo, en esta pieza el compositor actúa como narrador presente. En la obra se consolida el trayecto musical de Rachmaninoff en su tierra natal Rusia, y en las naciones que lo acogieron cuando tuvo que escapar de la Revolución. El primer movimiento despega con una vehemente marcha que se extiende extensamente en un motivo compuesto únicamente por tres figuras. Así como en la obra de Bernstein, el saxofón se destaca entre líneas solitarias que sirven de preámbulo emocional en las secciones de clímax. El segundo movimiento es un vals que no se contiene en estallar en armonías y efectos en los metales, sin opacar las delicadas melodías de las cuerdas y las maderas. En el tercer movimiento se mezcla el canto ortodoxo ruso con el Dies Irae, dejando entrever la despedida de Rachmaninoff del plano musical y terrenal. Esta sospecha se confirma al final de su manuscrito en el que se leen las palabras “Te doy gracias, Señor”. Sin embargo, este movimiento que se alterna continuamente entre cambios serenos y agitados en el tempo, no refleja la angustia de acercarse al final, sino el triunfo de la vida sobre la muerte.
En las “danzas sinfónicas” el papel de los metales es prominente, dado que su sonoridad se ha relacionado tradicionalmente con la ceremonia y la celebración. El Concierto para Cuatro Cornos conserva esta concepción presentando el primer movimiento en el estilo de fanfarria. Además de esto, Schumann exploró la forma del ritornello para organizar su innovadora propuesta de un concierto múltiple. Así mismo, siguiendo con las características de esta época, se dispusieron las líneas de cada solista; los cornos interactúan entre duetos y corales con sobresalientes instantes de virtuosismo. La distribución de las melodías en la pieza tanto de los solistas como de la orquesta, pone en evidencia otro elemento en común con las danzas de Bernstein y Rachmaninoff. La estructura usual de una obra para orquesta sinfónica se altera con el sonido íntimo y vulnerable de la música de cámara. Las múltiples conversaciones entre solos definen los episodios de introspección y transición dentro de la festiva orquestación de las danzas. Uno de estos episodios es evidente en la dulce introducción de un cuarteto de cuerdas liderado por la viola en “Somewhere” de las Danzas Sinfónicas de West Side Story. En el primer movimiento de las Danzas Sinfónicas de Rachmaninoff, sucede un lapso similar en la familia de las maderas. La delicadeza en el contrapunto de las voces convierte esta sección en un momento sublime.
Entre las iniciativas de la Filarmónica de Nashville está la búsqueda de nuevos públicos en recintos culturales, académicos y religiosos. Esta misión ha logrado que durante los últimos 20 años se hayan organizado conciertos gratuitos en 21 distritos metropolitanos de Nashville. En esta ocasión, los escenarios elegidos pertenecen a la comunidad latina de la ciudad. Por esta razón, se incluyeron en el repertorio las Danzas Sinfónicas de West Side Story; en la Casa de Dios, se distribuyeron programas en español además de conectar las palabras de los directores con la audiencia a través de un traductor.